Monstruos parisinos recrea, con una sugerente y refinada prosa, los esplendores y miserias de la vida galante en los estertores del París decimonónico. Un mundo elegante y crepuscular en el que se entrecruzan las vidas de artistas, escritores, actrices, críticos y aristócratas que han hecho de la perversidad, el placer y el fingimiento un refinado arte. Como escribió Maurice Barrès: «una especie de Comedia humana decadente que refleja, en miniatura, la sociedad contemporánea en su declive».

Mediante la distancia de la ironía, entre el horror y la fascinación, Catulle Mendès sigue los pasos de estas criaturas mundanas y sensuales, perfilando una  atractiva galería de retratos conectados entre sí. Pero su caracterización deja entrever un secreto deleite, como si tampoco él pudiera sustraerse al magnetismo de las desmesuradas pasiones que terminan por arrastrar a sus personajes al abismo.

Catulle Mendès nació en Burdeos en 1841. Durante su infancia viajó por toda Europa debido a los negocios de su padre. Ya establecido en París, creó en 1860 la Revue fantaisiste, en la que colaboraba el escritor Villiers de L’Isle-Adam. Entró a formar parte del cenáculo de Théophile Gautier, junto a Leconte de Lisle, François Coppée, Léon Dierx, Théodore de Banville y José María de Heredia. Junto con Louis-Xavier de Ricard dirigió el primer volumen de Le Parnase Contemporain (1866), una seminal selección de poemas que sentaría las bases del parnasianismo. A lo largo de su carrera cultivó todos los géneros literarios, e incluso escribió libretos de ópera. Autor de gran éxito y eminente figura de las letras de la época, fue reconocido por Rubén Darío como una influencia capital en su obra. Murió en 1909 a consecuencia de un desafortunado accidente.