El 25 de noviembre de 1885 moría Alfonso XII en el Palacio de El Pardo. Sólo tres días después, hubiese cumplido los veintiocho años. Pero la tuberculosis pudo más que su mermada salud y los remedios limitados de sus médicos. Entonces, se desveló el gran secreto: el monarca había asegurado su vida. Sus herederos recibieron oficialmente la póliza de seguro que Alfonso XII había contratado en febrero del año anterior con la compañía La Previsión, domiciliada en Barcelona. Su importe ascendía a 500.000 pesetas, pagaderas a los veinte años de la firma del contrato o inmediatamente después del fallecimiento del insigne asegurado, como casi sucedió, dado que fue necesario aguardar hasta el 16 de febrero de 1886 para que La Previsión ingresase en la Intendencia de la Real Casa los 100.000 duros pactados.

Poco después se celebró en el Congreso de los Diputados un singular debate sobre la Lista Civil del monarca, durante el cual el diputado Nieto reveló la precaria situación económica del Rey:
"La sociedad [La Previsión] -confirmó- entregó religiosamente la suma convenida. Se han comenzado a hacer las operaciones del abintestato de Su Majestad, y como resulta que sólo hay en caja la cantidad de 484.000 pesetas y hay créditos muy superiores a las cantidades que han de cobrarse, habrá de suceder, cuando se terminen las insinuadas operaciones, que la fortuna que Su Majestad el Rey de España dejó a sus hijos representará, sobre poco más o menos, 250.000 pesetas. Ésta es la herencia regia; esto es lo que los herederos de don Alfonso percibirán".

Nieto ponía el dedo en la llaga: Alfonso XII El Pacificador había muerto "pobre". Pero no era exactamente así. En realidad, sin ser boyante su situación económica, tampoco podía considerarse desesperada. De hecho, el monarca legó a su hijo 1.313.902 pesetas; una cantidad sensiblemente superior a la que Alfonso XIII heredó de su abuela, la reina Isabel II: tan sólo 285.552 pesetas.

José María Zavala, periodista y autor de "Don Juan de Borbón, el triunfo de un perdedor" y "Dos infantes y un destino", rastrea en este número los vaivenes de la fortuna de la Familia Real española, desde Isabel II hasta Juan Carlos I.