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Contra Occidente. La emergente alianza antisistema

Autor Gustavo de Arístegui

Editorial LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L

Contra Occidente. La emergente alianza antisistema
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  • Editorial LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L
  • ISBN13 9788497347815
  • ISBN10 8497347811
  • Tipus Llibre
  • Col.lecció ACTUALIDAD
  • Any Edició 2000
  • Idioma Castellà
  • Encuadernació Rústica

Contra Occidente. La emergente alianza antisistema

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Detalls del llibre

El segundo elemento es el islamismo, que en sus versiones no violentas, es reivindicado por algunos analistas occidentales como un movimiento reformador y aperturista, e incluso como necesariamente y para ellos positivamente rupturista.

No hay conciencia de la diferencia entre Islam político e islamismo, éste último ni es, ni ha sido ni será nunca moderado. Antonio Elorza ha definido con acierto al islamismo intelectual como islamismo analítico, que trata por todos los medios de presentarse como moderado, víctima de la persecución de Occidente y como corriente legítima de pensamiento, cuando no es otra cosa que la vanguardia del terror, envuelta en las sedas de unas exquisitas maneras que ni pueden ni deben engañarnos. Los máximos representantes de estas corrientes son, entre otros, Tariq Ramadán o el sudanés Hassan Al-Tourabi.

El tercero es la corrección política, la más eficaz censura que se ha conocido en los últimos 30 años, es un elemento que paraliza y narcotiza a las sociedades democráticas, permitiendo a los elementos más violentos y agresivos ganar terreno. La corrección política nos ha desarmado frente a la agresividad del populismo, de los movimientos anti globalización y del islamismo militante.

Las naciones más avanzadas han abierto sus puertas a una sociedad supuestamente multicultural, que no es otra cosa que una calle de un solo sentido, sin reciprocidad alguna, por mucho que lo trate de dulcificar la progresía de salón. De hecho confunden a que quienes vienen legítimamente en busca de una vida mejor, con aquellos que tienen un afán de extender su voracidad de dominio y de opresión a Occidente.

Éstos se aprovechan de la buena fe de nuestras sociedades, y la corrección política les abre inmensos espacios de maniobra. La corrección política carga de complejos y paraliza la capacidad de respuesta de las democracias.

Un ejemplo triste y lamentable de esto lo constituye el hecho de que una de las escuelas de pensamiento islámico más ultraconservador como la wahabí, financian la construcción de mezquitas de su tendencia por todo el mundo, pero no permiten la edificación de templos de cualquier otra confesión en Arabia Saudí, aunque sean las monoteístas de "las gentes del libro" reconocidas por el Corán.

¿Cuántas veces no habremos oído a personajes como Evo Morales o Tariq Ramadán, reivindicar la que según ellos es una "inmensa deuda" que Occidente tiene para con sus países? ¿Por qué la autocrítica brilla por su ausencia en el populismo y en el islamismo? Simplemente por que tanto el uno como el otro pertenecen a tendencias en extremo totalitarias.

A todo esto ciertas izquierdas en Occidente, huérfanas ya de todo referente ideológico sólido, han adoptado como adalides a personas que en ningún caso pertenecen a la izquierda tradicional, de una parte un caudillo populista como Hugo Chávez, recibido como un verdadero héroe en el Foro de Sao Paolo, y de otra un centrista liberal como Bill Clinton. Éste es un síntoma de crisis ideológica que debe ser resuelta cuanto antes por el bien de la democracia.

Las izquierdas democráticas son esenciales para la estabilidad política y el progreso de las sociedades más avanzadas, pero los sectores que se identifican más con elementos desestabilizadores como el populismo o el islamismo por coincidir esencialmente con sus elementos "anti", son un verdadero lastre para sus correligionarios, además de ser profundamente reaccionarios.

Todas las ideologías democráticas son legítimas, las izquierdas despistadas y en no pocos casos radicalizadas, deben desvincularse de sus coincidencias con estos elementos peligrosos y agresivos, y todas en general deben por fin reconocer que las derechas democráticas son tan legítimas como las izquierdas democráticas. Lamentablemente las radicalizadas son ya en gran medida irrecuperables.
Esta elemental premisa es fundamental para encarar sin lastres ni complejos los problemas más graves a los que se enfrentará la democracia y la libertad en el siglo XXI, que son los enemigos comunes de todos los demócratas con independencia de su ideología: el terrorismo, el fanatismo que lo inspira, la proliferación de armas de gran capacidad destructiva y el crimen organizado. Rivales y adversarios seremos aliados en las batallas en pro de la libertad que ya no son de futuro, pertenecen a nuestro muy inquietante presente.

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