En la masiva producci¢n rutinaria de textos en la que estamosinmersos, la aparici¢n de Gasolineras es una urgencia y una granposibilidad. Contra el rito y las amenazas contempor neas que cada vez precarizan y fagocitan m s la poes¡a, aqu¡ encontramos un poeta quehabita otros puntos cardinales, habla desde el nosotros, construye sulirismo en la alteridad, y es tan consciente de su devenir como delcomplejo reto que esto significa frente a su propia tradici¢n.



El viajero que regresa nos cuenta que el fin del mundo est  ya aqu¡, pero no totalicemos, porque el mundo no se acaba, solonosotros, nuestra f£til presencia. [?] Canta la canci¢n de lo quepasar  ma¤ana, y de lo que hemos perdido con una sabidur¡a que se hace presente inadvertidamente.



Las palabras enGasolineras son como m quinas en movimiento perpetuo que nos llenan de resonancias sonoras, t ctiles, olfativas, y nos presentan im genesdel mundo que tienden entre ellas lazos invisibles, di sporassubterr neas, amalgamas recurrentes. Esta arquitectura es la osadaarma contra el logos de lo racional, del sentido com£n, de los diosesdel poder y del dinero y con la que Javier Adrada ha felizmenteconstruido, contra el ideal del poeta puro, un paisaje desordenado denuestro esp¡ritu, como nuestro propio esp¡ritu es.



Mart¡n Z£¤iga Ch vez





®Con lasprimeras

sombras de la noche y con el viento fr¡o

de una estaci¢n que ya no era la misma

tuvo la insoportablecertidumbre

de que en el mundo no hay hogares



solo gasolineras¯