Cuando una termina de leer La £ltima Coca-Cola y se da cuenta de queel lenguaje po?tico (y el otro tambi?n) dice de muchas maneras, a unale parece que Maite Mart¡ no hubiera podido escribir de otro modo.Ella no ordena las frases, no las coloca sobre la mesa, no descarta lo que no encaja, no se empe¤a en buscar la pieza que falta y le daigual qui?n nombre y qu? y c¢mo comprenderlo. Nos hemos acostumbrado a repetir y algunas hemos llegado a pensar, pobres, que ?ramos buenascuando obedec¡amos (¨Despu?s de cu nto silencio hablar se convierte en violencia? ?se pregunta, me pregunto?). Son frecuentes en el librolas alusiones a la obediencia gregaria, al error com£n, lo monocromo,a lo extra¤o que resulta un defecto ins¢lito, el color p£rpura, untrastorno raro, un comportamiento singular, beber agita del grifo enun VIPS. Su escritura est  en ese lugar, el del ?trastorno?, el que no quiere ser lugar-com£n precisamente para que el lenguaje puedarecuperar la capacidad de decir.
Luz Pic