Nuestro sentir debe interpretarse y gestionarse seg£n tres coordenadas fundamentales: escuchar a nuestro coraz¢n, escuchar el sentir de losdem s y dejar que Dios escuche, lea y transforme nuestro coraz¢n.



Cabeza y coraz¢n, entendidos respectivamente como sede del pensamiento y sede de los sentimientos, son desde siempredimensiones de la existencia humana aparentemente en tensi¢n entreellas, y sin embargo complementarias. La madurez humana depende de que logremos una s¡ntesis e integraci¢n entre ellas. Sin embargo, elcamino que las une es uno de los m s largos y, a veces, de los m saccidentados.



En particular entre los j¢venes dehoy, la vida y la misma b£squeda de Dios ya no siguen el enfoqueracional que prevalec¡a en el pasado. Los argumentos no cuentan tantocomo la experiencia. Lo que vale y es garant¡a de autenticidad es loque se siente y se toca, lo que se puede disfrutar y experimentar.



Echemos un vistazo a los sentimientos de Jes£s. Seg£nlos Evangelios, ?l llora y exulta, siente compasi¢n e indignaci¢n,grita y calla, est  triste hasta la muerte y experimenta angustia,disfruta de la comida, sabe celebrar, cultiva amistades masculinas yfemeninas. ­Es verdadero hombre!



En este tema secentra el presente volumen de Ekklesia, que, desde m£ltiplesperspectivas, pretende ser una peque¤a aportaci¢n a una gram tica delos sentimientos, tan necesaria en una ?poca de comunicaci¢n r pida ysuperficial en la que a menudo no sabemos escuchar, interpretar nidiscernir lo que sentimos y, precisamente por eso, solemos estaragobiados y abrumados en lugar de animados, motivados y sostenidos.