Si uno quiere preguntarse qu? le ha querido decir el autor de unapel¡cula o de una novela, lo que debe hacer es mirar c¢mo termina.Aplicando ese principio interpretativo a la Biblia, nos encontramos en sus £ltimas p ginas del Apocalipsis con una boda en el cielo delCordero (Jes£s) con su Iglesia.



Este es un librovocacional. La vocaci¢n de todos los hombres es ser hijos de Dios enel Hijo, relaci¢n que alcanzamos mediante una alianza nueva y eterna.Para la mayor¡a de las personas, esa vocaci¢n universal se concreta en el matrimonio, camino y anticipo de ese ?xtasis, de ese darse yencontrarse, de esa unidad en la multiplicidad que es la vida misma de la Trinidad, y que es lo que anhelamos sin saberlo. Para otros, suvocaci¢n al celibato supone saltarse el matrimonio terrenal, y vivir,aqu¡ y ahora, el matrimonio celestial.



Decimos queDios no tiene pasiones en sentido pasivo, y tenemos raz¢n. No esmovido, dirigido o condicionado por pasiones, como nosotros. No sepuede enamorar por la misma raz¢n que el mar no se puede mojar o unvolc n no se puede calentar, porque Él mismo es amor. Pero ese volc nde amor -el amor que mueve el sol y las estrellas, el amor que se hizo hombre, el amor que muri¢ por nosotros- es m s apasionado y real quenuestros amores temporales, es el £nico capaz de llenar el coraz¢n deuna persona casada, a trav?s del amor de su c¢nyuge, es el £nico capaz de llenar el coraz¢n de un c?libe.



Partiendo dedos concepciones poco exploradas de presencia y libertad, el autoranaliza la relaci¢n entre el matrimonio y el celibato (en especial elcelibato de los laicos), as¡ como el discernimiento para elegir entreun camino y otro (en realidad, entre cualquier camino vocacional). Las conclusiones sorprender n al lector, algo l¢gico trat ndose de unaseducci¢n misteriosa.