Dios mand¢ solemnemente que santific ramos las fiestas. Enlos Evangelios son numerosas las referencias a banquetes ycelebraciones, tambi?n en las par bolas. En la Iglesia, lafiesta es el centro de la liturgia. Sin embargo, el cristiano corre el riesgo de ver solo un futuro sombr¡o, de impacientarse con susdefectos, o de ver a Dios como un ser estricto y distante. Envidiaentonces la felicidad de quienes carecen de fe y parecen gozarcon su estilo de vida. La verdadera vida cristiana es unafiesta llena de alegr¡a.

Y su itinerario, como muestra el autor, tiene tres etapas: prepararse, vivir la fiesta y salir enriquecido de ella, con la alegr¡a de los hijos de Dios.