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El autor estudia las crisis políticas como continuación de las relaciones políticas rutinarias, pero con una lógica propia. Para comprender esa lógica hay que tener en cuenta lo que se ventila en las sucesiones de jugadas que constituyen esos procesos, las movilizaciones y las tácticas a su servicio, las fluctuaciones en la eficacia de los recursos de sus protagonistas y, en general, las transformaciones bruscas de los contextos de acción en que muevan los actores. Se abandona toda tentación de no ver las coyunturas críticas más que subproductos de frustraciones psicológicas, de accesos de fiebre colectiva o de desequilibrios sociales. Se restituye al fenómeno de las crisis políticas su categoría de normalidad, se le trata como un estado específico de los sistemas sociales de interacción y se concede autonomía a estos procesos.