Testimonio de un amor saboteado por una conciencia mezquina, La mansa, escrita en el último periodo creativo de Dostoievski, da cuenta de la trágica relación que nace entre el narrador -el prestamista advenedizo que busca mediante su oficio retribuir una parte de la injusticia con que supone lo ha tratado la sociedad- y una adolescente sumisa, sumergida en el tedio de una existencia monótona al servicio de los demás.En esta novela corta, Dostoievski hace una vez más del registro psicológico de los personajes su logro más significativo. La ostentación de sus falsas virtudes, la exposición de sus ansias y debilidades, los llevarán a interpretar el mundo a su manera y a ocupar, sin querer aceptarlo, el lugar que se empeñan en adjudicar a los demás: el de sus propios enemigos.
Dostoievski conoció la fama (a su entierro asistieron unas treinta mil personas), pero sobre todo la carencia y la enfermedad, el rigor de la vida militar y la aspereza del cautiverio en Siberia. En sus relatos se concentra todo este complejo de amarga sabiduría, La mansa da buena fe de ello.