Si la condición última que hace posible la aparición y la historia del ser humano reside en la autodonación amorosa de Dios mismo (K. Rahner), entonces «experiencia humana» y «experiencia de Dios» presentan un singular entrelazamiento que una auténtica Pedagogía de la Religión habrá de intentar explicitar. Dicho de otra manera, con palabras de Hubertus Halbfas: el cometido de una adecuada Didáctica de la Religión será el de capacitar a las personas a que hagan «una experiencia con su propia experiencia». Por esta razón, de lo que se trata en El salto al pozo no es de plantear la cuestión en torno a Dios ni de debatir sobre su existencia. De lo que en realidad se trata es de un proceso que, con la consecuente seriedad y la debida paciencia, conduce decididamente hasta uno mismo. : «No debes pretender estar ya al final del camino. La verdad más profunda es aquella de la que procedemos y que brilla en la infancia de cada hombre; es al mismo tiempo la verdad hacia cuyo encuentro vamos caminando toda la vida. Cuando llegues a descubrirlo un día con los ojos del corazón, la verdad habrá retornado a ti y se manifestará tal y como es».
Halbfas ha acertado a escribir una obra perfectamente legible, sin discursos teológicos ampulosos y libre de terminología especializada, que permite al lector mantener el interés sin caer en el aburrimiento. Su aparente y lograda fluidez esconden, sin embargo, un recio armazón interno que convendría descubrir: la cuidada didáctica que rige el trazado de la obra.
Destaca, en primer lugar, la opción de Halbfas por el principio dialógico como categoría didáctica . El autor brinda su escrito a manera de una «escuela» para el aprendizaje de la oración. Halbfas realiza el gesto de recuperar la intensa e íntima relación entre maestro y discípulo, que ha sido constitutiva de las mejores tradiciones de la humanidad. Una y otra vez resuenan en El salto al pozo referencias que enmarcan la relación entre el maestro que ha realizado todo un camino y el discípulo que inicia titubeante sus primeros pasos. Quien siga el itinerario de la obra percibirá la evolución del discípulo, imagen del lector, el cual comienza formulando preguntas en las que se expresa su manifiesta inseguridad y en los últimos capítulos alcanza a plantear -más desde la i